En su libro El lugar de la cultura (1994), Homi Bhabha propone que las sociedades que fueron conquistadas por Europa, además del dominio económico y militar al que fueron sometidas, padecieron un dominio ideológico en el que se justifica la presencia colonizadora como esencial e inevitable. Bhabha sugiere como medio subversivo la creatividad, la cual da como resultado lo híbrido.
En el presente texto proponemos un análisis de la novela Al filo del agua, escrita por el mexicano Agustín Yáñez y publicada en 1947,a partir de la teoría post-colonialista de Bhabha.
La trama del texto se ubica, temporalmente, en vísperas que estalle la Revolución Mexicana; geográficamente se desarrolla en Los Altos de Jalisco, en un pueblo aislado del resto del país y cuyas actividades se encuentran regidas no por el gobierno civil sino por la Iglesia que ha sometido a los habitantes a un riguroso distanciamiento entre ellos, por medio de instaurar la castidad y el aislamiento como valores. Por ende, la necesidad de comunicación, de contacto con los otros, de afecto se vuelven un anti-valores. En este primer acercamiento es posible reconocer en la Iglesia a la autoridad civil propuesta por Bhabha ya que es ésta quien al dictar las reglas, legitima la conducta y se asume como poseedora absoluta de la verdad. En esta sociedad, las conductas aceptadas ocupan el centro de la misma, en tanto, aquellas que son reprobadas se ubican en la periferia, que es la frontera más cercana al no existir: “Pueblo conventual. Cantinas vergonzantes. Barrio maldito, perdido entre las breñas, por entre la cuesta baja del río seco.” (Yáñez, 1999: 5)
Ahora bien, Bhabha señala que dentro de las sociedades colonizadas, la única manera de hacer frente a la autoridad es por medio de la creatividad que, efectivamente, puede trastocar el orden común. Al respecto, queremos hacer hincapié en un caso particular: el campanero del pueblo, Gabriel. Éste es la voz de la comunidad, existe un reconocimiento y una afinidad entre el sonido de las campanas y la población anónima. El narrador nos ofrece un ejemplo, la ocasión en que Gabriel salió de su pueblo para estudiar en el seminario de San Juan de las Lagos: “Nunca, más tarde, logró que las campanas de San Juan tocaran en sus manos como tocaban en las manos del campanero titular, y es que nunca consiguió transferir el carácter- nostalgia y quebrantamiento- del pueblo, que le hablaba en cada golpe de la sangre, que lo reclamaba en cada recuerdo, que se hacía presente a toda hora.” (181) Entonces, en el tañido de las campanas se manifiesta el sentido de pertenencia del pueblo, tanto de Gabriel como del resto de los habitantes del pueblo, también es cierto que por medio de éstas el pueblo ordena sus actividades. Sin embargo, además de la identificación común, Gabriel está a la búsqueda de una voz propia: Quiere hacer de las campanas instrumentos de música y en eso consume sus energías y tiempo. Gabriel posee la sensibilidad y tiene disposición; pero carece de formación: “burlado por la resistencia, por la obstinada rebeldía del bronce, de los bronces” [...] (180) Los ensayos y experimentos “musicales” del campanero se encuentran dentro de lo permitido por la autoridad. Nadie se escandaliza cuando Gabriel toca imaginando que una de las campanas tiene acento de violín. Será al conocer a Victoria, la forastera, que Gabriel finalmente podrá crear no sin antes pasar por un período de caos, de confusión en el que se replantean los valores aprendidos y asumidos. El encuentro con Victoria es ya en sí un choque:
“Gabriel sintió- sentía- como si un viento venido de lejanísimas regiones, un viento de la noche, descuajara montañas, poblaciones, ríos; y le golpeara la cara, físicamente; y se le filtrara punzocortante por entre la piel, en los bronquios, en los oídos, ahogando sesos y corazón, reventando arterias, cercenando las alambradas de los nervios.” (189)
Después de conocerla, el sistema de valores del campanero entra en caos y ello se refleja en las campanas:
“A la otra mañana el desafinamiento de las campanas ya fue sensible. Subió- como la calentura- el jueves, y el viernes, y el sábado. Corazón a rebato el domingo. Corazón loco del pueblo. Y el azoro común.” (192)
La inestabilidad de Gabriel, manifiesta en las campanas, desajusta las actividades de todo el pueblo, por lo que, para conservar el orden público, el cura lo releva de su puesto. Viene entonces un período de inmovilidad, de estancamiento creativo, como de zona del silencio en el sujeto. Visto a partir de las reflexiones de Turner acerca de los ritos de paso, podríamos de decir que en este punto, Gabriel se encuentra en un período de transformación que culminará con la huida de Victoria. Dicha huida se produce porque la mujer no puede soportar el estilo mecánico que han adoptado las campanas con el campanero suplente. Cuando Gabriel se entera que la forestar se marcha, asalta la torre del campanario y toca, entonces la música fluye como si a través de ésta, el campanero hablara: “Los dobles cobraban desesperación, celerantes; pero en su angustian conseguían hacer oír un ruego- cifra de final esperanza- , un grito de ternura elocuente, que la dama escuchó volviendo bridas [...]” (240)
Interesante la adaptación, pero falta más desarrollo. ¿Qué es lo que Bhabha entiende por híbrido? ¿Cómo puede ayudar este concepto para entender a Gabriel? Otro concepto pertinente sería el de Tercer Espacio, sobre todo al tratarse de una comunidad: la manera en que las polaridades se disuelven con Gabriel. Otra posibliidad: las campanas como un sitio donde se desafía el poder de la Iglesia-pueblo-ortodoxia.
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